¿Qué es el mar, qué es esa agua salada? ¿Y si fueran las lágrimas, todas las lágrimas vertidas, todas las que han escurrido de todos los ojos desde los orígenes del mundo, de los ojos negros, de los ojos azules, de los ojos vidriosos, de grandes ojos desarmados de los miopes, de los ojos saltones, de los ojos de terciopelo, las lágrimas de desesperanza, de humillación, de cólera, de dolor, las lágrimas de alegría y de emoción, todas las lágrimas? ¿Qué es ese ruido, qué es ese movimiento que nunca cesa, esa obstinación de las olas en abalanzarse sobre los acantilados, después venir a desplomarse sobre las rocas como los animales agotados? ¿Y si fueran los sollozos, todos los sollozos del mundo, todo el desamparo, todo el sufrimiento inflingido y sufrido desde los orígenes de los tiempos? Todas las lágrimas reunidad en diversos lugares bien circunscritos de la tierra, todas las lágrimas que suben por el arenal, que asaltan las rocas. Porque claro que las lágrimas tienen que ir a alguna parte, y caen derramadas tanto en ese lugar que la tierra no puede chuparlas todas, porque entonces qué sería de la tierra, ¿quizá un pantano? Así el mar está todo el tiempo pleno. La noche, la luna lo contempla, como un gran ojo desencantado.
(...)
El sueño es tan dulce ―quién habla de pesadilla? Yo, responde el mar. Repite que la humanidad no ha agotado sus reservas de lágrimas. Ninguna ola es idéntica a otra, cada una es única y no llega más que una vez hasta la orilla, cada una posee una voz distinta, no obstante el mar repite hasta el infinito la misma cantaleta. La pesadilla, dice, no cesará jamás.
(Hélène Rioux, Traductora de sentimientos)
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