Hubo una vez un relato por escrito que nació viejo. Tuvieron una infancia etérea, ajena al papel, a las palabras, que ni el autor puede descifrar.
Guarda palabras cansadas, maltratadas de origen pero lucidoras, por lo menos en intención. Fueron escritas y reescritas tantas veces que ya no tienen fuerza para jugar.
Este relato está con letra time, a doce puntos, interlineado sencillo, llenando diez páginas tamaño carta, numeradas. Descansa a la izquierda de mi escritorio cobijado en un fólder azul.
Quería un lector, desde luego. No, varios. Pero ya lo leí yo y no hay nadie más a la vista. Un poco de polvo ha ido aumentando su peso, cambiando la coloración del papel.
Más cercano al basurero que al destinatario para el que fue hecho. Yo digo que está ya muerto, pero en el fondo no me he resignado.
Hay cosas que reclaman un lugar en mi escritorio. Las amontono a mi derecha, negándoles el privilegio de desbancar al anciano.
Esa es toda su vida y el anuncio de su muerte: una postergación voluntariosa, la necedad de la esperanza.
Podría tomarlo ahora mismo y romperlo, acabar con él de manera rápida y efectiva. ¿Es la compasión lo que me hizo pensar en usarlo como hojas recicladas? Es la compasión lo que me impide darle sepultura. La compasión como medida cruel, como tiro de gracia.
Hablo de él. Reanimación, primeros auxilios vanos. Escribo sobre él. Más que su epitafio, la reseña de lo que no fue.
Guarda palabras cansadas, maltratadas de origen pero lucidoras, por lo menos en intención. Fueron escritas y reescritas tantas veces que ya no tienen fuerza para jugar.
Este relato está con letra time, a doce puntos, interlineado sencillo, llenando diez páginas tamaño carta, numeradas. Descansa a la izquierda de mi escritorio cobijado en un fólder azul.
Quería un lector, desde luego. No, varios. Pero ya lo leí yo y no hay nadie más a la vista. Un poco de polvo ha ido aumentando su peso, cambiando la coloración del papel.
Más cercano al basurero que al destinatario para el que fue hecho. Yo digo que está ya muerto, pero en el fondo no me he resignado.
Hay cosas que reclaman un lugar en mi escritorio. Las amontono a mi derecha, negándoles el privilegio de desbancar al anciano.
Esa es toda su vida y el anuncio de su muerte: una postergación voluntariosa, la necedad de la esperanza.
Podría tomarlo ahora mismo y romperlo, acabar con él de manera rápida y efectiva. ¿Es la compasión lo que me hizo pensar en usarlo como hojas recicladas? Es la compasión lo que me impide darle sepultura. La compasión como medida cruel, como tiro de gracia.
Hablo de él. Reanimación, primeros auxilios vanos. Escribo sobre él. Más que su epitafio, la reseña de lo que no fue.
3 comentarios:
tons nació cmoo benjamin button??? igual y de lo viejo se vuelve moda y rejuvenece
hey, tarde pero seguro.
si, si he visto 99 rooms, creo ya ni recordaras tu comentario en mi blog, pero en fin, me gusta esa pagina, recuerdo el momento en que la conoci, fue hace casi dos años, o un poco mas, me la mostro mi excuñado.
ahora leer tu blog.
Qué hermoso texto Arlette. Lo que no fue se convierte en existencia gracias a la compasión, la esperanza y el tino de tu pluma. ¡Cuántos papeles garabateados pasamos cada día a la pila de reciclaje! Un placer leerte. Aquí sguimos en la palabra nuestra de cada día. Muchos besos.
Angélica.
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