El patio era amarillo.
En los días nublados, me sentaba a esperar la caída de la primera gota. Pequeños círculos de ámbar oscuro iban cubriendo el piso. Pero antes, cuando la huella de una gota y otra estaban alejadas, jugaba a unirlas con mis dedos, formando dibujos de animales que desaparecían de inmediato.
Yo no alcanzaba nunca a cubrirme de lluvia, había que regresar.
No recuerdo el color de la casa.
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