21.5.07

Encuentro

Llegué a León el jueves cerca de las cuatro de la tarde. No hay problema, en un ratito llego al Howard Johnson, me dije. Pero no. Una vez más se me confundió el norte con el sur y di con el hotel hasta después de las seis de la tarde. No encontré a nadie, ni mesa de registro, ni autobús, ni amigos.
Como la presentación de mi libro era hasta las siete y media subí a ver la tele. Aguanté quince minutos y bajé de nuevo. Ahí me topé con Alfredo Cortés y quedamos en llegar juntos al Poliforum. Iba también Miguel, de Morelia.
Todo mundo metido en la conferencia de Pablo Boullosa. Los pasillos y la cafetería solos. Saludé a Luis Felipe Hernández. Me contó que ya había visto los libros. Alfredo se desapareció. Llegó Mauricio Carrera, con su esposa. Me presentó a Francisco Conde, que estaba en una mesa con Raúl Bravo y Alejandro Toledo.
La presentación se recorrió a las ocho porque toda la gente seguía con Boullosa. Cuándo terminó se fue la gente también, claro. Fue eso y el partido de fut.
No llegó mi super porra de Aguascalientes, pero sí estuvo en primera fila y tomando fotos Rodolfo Meza (a quien mucho debo, dije al micrófono).
Conde presentó mi libro: hizo un par de citas, me cambió el nombre y ya. Me dieron de la editorial 30 ejemplares. Me deben 70.
Hubo brindis. Musiquita. Canapés. Donas de chocolate.
Más tarde fuimos a un antrillo en el centro. Feo. Nos corrieron a las doce de la noche. Renata Torres estuvo conmigo, platicamos hasta quedarnos dormidas.
El viernes me despertaron las campanas de la Catedral. Bajé a desayunar tarde, ya muchos se habían ido al Poliforum.
En una mesa estaban Conde y Toledo. Los saludé. Bajaron a desayunar Carrera y su esposa y se sentaron con ellos. Yo me quedé solita y mi alma en una mesa del rincón, leyendo mi librito de Clarice Lispector.
En eso estaba cuando se acercó conmigo Dora Moro. Y empezamos a platicar. Y platicar. Y platicar. Bajó Pablo Boullosa y se nos unió. Hablamos de sueños, de antologías, de elecciones afectivas, de la fama, de lo distinto que estaba el encuentro comparado con el año anterior.
Boullosa se fue y nos quedamos Dora y yo. Hasta la hora de la comida. Recogimos nuestras chivas y fuimos al Poliforum, en mi coche. Nos perdimos, pero nomás tantito.
A las cinco de la tarde estaba programada una lectura en la Biblioteca Central. Llegamos puntualitas, pero nada, que se había recorrido la hora. Entramos a ver. Hermosa. Una biblioteca donde yo pude haber sido feliz (cuando era joven y capaz de cambiar). Dora tomó un par de fotitos, pero luego le quitaron la cámara.
A las seis de la tarde estábamos sólo los que íbamos a leer. La directora de la Biblioteca se portó muy amable, estaba preocupada por la falta de público.
Ya estábamos dispuestos a leer nosotros para nosotros cuando llevaron gente que estaba en la sala de Braille de la Biblioteca.
Empecé yo, siguió Ismael Lares (me gustó lo del corazón azul), unos señores de Yuriria, Lirio Garduño, un promotor de lectura y Dora Moro (lo nuevecito de su libro La apuesta).
Regresamos a la Feria. Iba yo platicando con Ismael Lares (te conozco del blog, le dije) hasta que vi que estaba un concierto de Luis Pescetti y ya no pude decir más. Arrastré al pobre de Lares al concierto (aguantó un ratito) y me puse a cantar y brincar como si tuviera cinco años. Padrísimo.
Terminando fui a saludar a Jorge Herrera. A contarle las novedades.
De ahí, nos invitaron al concierto Rumor de Páramo, de Ana Cervantes. Maravilloso. Como soy pobre no compré el disco, pero algún día.
Después la cena, después vino tinto con Dora, después a dormir. Y a las siete otra vez las campanas.
Desayuno y me voy, dije, pero estuve con Jorge y con Dora, así que la sobremesa terminó hasta la una de la tarde.
Regresé a Aguas. Quería llegar al curso con Jorge Esquinca. Ni modo.
Ahora me voy a Orizaba, Veracruz. A su 1er. Encuentro Nacional de Escritores.

3 comentarios:

Dorix dijo...

Ah, León, León. Hace un par de años ocurrió que íbamos Alan, Rubén y yo, a velocidad Rubén, así que llegamos en una hora y diez minutos; pero como nos perdimos, tardamos una hora y media para encontrar el lugar al que íbamos. Grrrrrrrrrrrrrr.

Anónimo dijo...

Envidio a los famosos. Si son poetas, más los admiro. Qué digo, los envidio. Me ponen verde de envidia. Ustedes los famosos bajan la cabeza al suelo para vernos. Pero tu prosa no la envidio. Envidio tu fama. No la forma en como escribes.

LUDA dijo...

Ja. De eso tengo fama nomás, de perderme...