27.10.06

CAMÁNDULA

Horas sin sentido. En verdad fueron horas sin sentido. No se arquitecturó durante ese tiempo nada. Se hizo todo para que la noche se pegara al día. Se perdieron gran cantidad de estrellas entre los dedos, gran cantidad de oro derramándose entre los labios.
Tiempo largo lleno de gasa, ron y de silencio. Con el teléfono mil veces tomado y mil veces vuelto a dejar. Con el llanto mil veces intentando salir y mil veces aguantado. Con la duda en el cuerpo mil veces absorbida y mil veces vomitada.
Lavaste muchas veces tu cadáver. Raspaste lentamente la mortaja que lo cubría. Con la furia de los viejos marinos estrenaste cuencas nuevas para mirar diferente pero siempre fue igual, por más que untaste tu cuerpo al piso, nadie te recogió al pasar. Por encima de la tarde viste a los hombres que corrían con el hocico abierto. Untaste tu cuerpo al suelo para sentirte más cerca de donde llega la vida, durante muchas horas, muchos días llenaste la gargante de líquido que te permitió firar los colores, los seres, que te decían: cálmate, cálmate, ya estamos empezando a olvidar un poco.
(Rafael Ramírez Heredia, Camándula)

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