En el azar de la palabra
las huellas cuelgan de un
hilito y al verano. La lluvia
tapa los ojos del camino. Cuánta
canción al final del sobresalto
que habita al perseguido.
Ser arrojado en
desalientos de pobre y moscas,
rehace el cómo, dónde, cuándo,
a descifrar en esperas calientes.
¿Quién pidió aceite para
la llave que nada abre, infeliz?
Nadie se ama perfectamente a sí mismo
y vagan astros y suplicios sobre
la cama del despierto que ve
ahorcaditos que lloran.
(Juan Gelman, Renovaciones)
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