1. Detener lo que se da en el tiempo, dejarlo fijo, en el verso: suspiro eternizado, digamos.
2. Y sacar lo que está dentro de ti, lo interno y subjetivo, a la realidad exterior, al mundo de todos.
No cabe duda de que estas operaciones traen cierto alivio al alma acongojada y sensible del poeta. Entre otras cosas porque lo que aparece en la interioridad (en el tiempo) es incierto, desarticulado, de perfiles evasivos, y al cristalizar en el verso se hace rotundo, claro y perfilado..
(Hugo Hiriart, de Cómo leer y escribir poesía)
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