16.4.09

ESPACIOS

...la noche está próxima
Al Berto

Todavía la muerte no era una sombra
que lo acompañaba, ni sospechaba que un día, antes
de lo que pensaba, jugaría con ella al gato
y al ratón y, por último, a los encantados (pero es cierto
que ella corre más que nosotros, y con él
no hubo excepción). Todavía su voz no se cansaba
cuando leía o hablaba, y podíamos jugar a hablar mal
o bien de los demás, intercambiar ideas, o solamente
lanzarlas sobre la mesa donde las bebidas
se iban acabando.

Que no lo despertaran temprano; aunque a veces
tuviera que levantarse a esa hora en que los gallos
cantaban, cuando aún tenían horas para cantar,
sin transiciones sonámbulas ni sueños despiertos -esos
pedazos de vida que nadie sabe de quién son. Pero
en las mañanas él incluso podía dar la impresión
de que la filosofía era una de sus
ocupaciones -si no hubiéramos sabido que, para él, la vida
era la forma más alta de filosofía, lo que también
podía convertirse en lo contrario.


No sé si alguna vez creyó en algo
además de la nada, y en nada además de la vida que
existe entre nada y nada. Es verdad que nos falta, a todos,
saber qué es esa nada, y qué existencia le puede dar,
de hecho, un cuerpo, un contenido, hecho de nada y de
todo. Pero creo que llegó a saber algo
sobre eso; y aunque no lo dijera, la nada
lo acompañaba cuando, de pronto, descubrió que entre él
y todo lo que ya no era él se había deslizado la nada, como quien
no quiere la cosa, obligándolo a descubrir que la nada también es
todo.


Todavía la noche no estaba próxima. Y todo estaba, ya,
por decirse.



(Nuno Júdice, Espacios)


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