31.3.09

33

De este montículo de polvo,
de huesos triturados
esparcidos por el tiempo,
tengo que rehacer mi dimensión;
armarme con los tótem de mis antepasados,
invocando los manes
que alguna vez me vieron ser colibrí
-alas rápidas picoteando
sin miedo a los cazadores-
apartar a manotazos
vientos y malas lenguas
empecinadas en empequeñecer
los atronadores latidos de mi corazón.


Desde esta desvencijada,
golpeada estructura,
he de renacer
fuerte como los ceibos,
hermosa como la tempestad
-que no se arredra ante las puertas cerradas-
para golpear de palabras el mundo
con mi cuerpo convertido en arcilla,
moldeado ya,
indeclinable ante las malas miradas,
pero tierno para las lagunas y las lunas
y la rima y el verso
y la sonrisa de mis hijos.


Es duro rehacerse desde el agua,
desde dos pequeñas pozas encharcadas
en medio de la cara
y la nariz roja
y la boca retorcida por la tristeza.


Escarbar la esperanza en la desesperanza,
buscarle a lo amargo
el conocido, presentido, sabido,
sabor de la miel.


Es duro el contorno de la figura
recortada en el cerebro
-difusa, odiada, pero imborrable-.


Cauta me advierto
ante otras manos ofreciendo ternura,
promesa, calor de sonrisa
mientras el brazo entendido del futuro
desde el espejo me anuncia
que estoy toda entera,
dura y frágil,
dispuesta para el nuevo,
indescifrable,
mañana.


(Gioconda Belli, Poda para crecer)

2 comentarios:

Vanina dijo...

"Es duro el contorno de la figura
recortada en el cerebro
-difusa, odiada, pero imborrable-."


Imborrable...me quedo con este pequeño parrafo durante unas buenas horas.

Anónimo dijo...

No es mucho