Los gatos son libertarios, independientes a lo Max Stirner, asumiendo su soledad ante el mundo y riéndose de la inmensidad del universo. Son existencialistas a tiempo y destiempo, porque saben que el mundo y los humanos no los entienden, aunque también eso les vale un reverendo sorbete.
A los gatos no los quieren, porque no suelen ser esclavos. Los gatos son libertarios anarquistas. No los puedes utilizar como trabajadores a tu servicio, como se hace con todos los animales domésticos, que son una especie de servidumbre de sangre y carne. Es muy triste la división que los humanos hemos forjado con los animales. A esa gran división, los gatos saltan. Los gatos se burlan de ese sometimiento al que están condenados miles de especies: puercos, vacas, pollo, chivos, patos, caballos, buyes, burros (el burro ya no tiene cabida en el mndo, porque como bestia de carga está plenamente sustituible, como ya no cabe habrá que exterminarlo), codornices, conejos, cuyos, avestruces, etc., etc., etc. El gato salta todos estos estigmas del animal al servicio del hombre. Este hecho provoca en muchos "hombres" una animadversión; se ven y se sienten mal los hombres y las mujeres que estiman y tienen gatos: sí, es como ser mariquetas; cómo te atreves a tener un gato:hay que tener perros que muerden, pelean, cuidan la casa; un gato
no hace nada. Los gatos son veleidosos.
Al adoptar un gato, se realiza un acto de encuentro al tú por tú con un compañero animal. No es tan lejano el pensar que son de otro planeta, que son tan listos como los delfines o los primates superiores, tal vez más. La unión con los gatos nos da la posibilidad de compartir el movimiento
del universo, nos une a la tierra, a la vida de todas cada una de las especies,
al romper con ese antropocentrismo ramplón nos lleva a la plenitud de sentirnos
parte del todo desde aquel estallido que llaman el Big-Bang.
A los gatos no los quieren, porque no suelen ser esclavos. Los gatos son libertarios anarquistas. No los puedes utilizar como trabajadores a tu servicio, como se hace con todos los animales domésticos, que son una especie de servidumbre de sangre y carne. Es muy triste la división que los humanos hemos forjado con los animales. A esa gran división, los gatos saltan. Los gatos se burlan de ese sometimiento al que están condenados miles de especies: puercos, vacas, pollo, chivos, patos, caballos, buyes, burros (el burro ya no tiene cabida en el mndo, porque como bestia de carga está plenamente sustituible, como ya no cabe habrá que exterminarlo), codornices, conejos, cuyos, avestruces, etc., etc., etc. El gato salta todos estos estigmas del animal al servicio del hombre. Este hecho provoca en muchos "hombres" una animadversión; se ven y se sienten mal los hombres y las mujeres que estiman y tienen gatos: sí, es como ser mariquetas; cómo te atreves a tener un gato:hay que tener perros que muerden, pelean, cuidan la casa; un gato
no hace nada. Los gatos son veleidosos.
Al adoptar un gato, se realiza un acto de encuentro al tú por tú con un compañero animal. No es tan lejano el pensar que son de otro planeta, que son tan listos como los delfines o los primates superiores, tal vez más. La unión con los gatos nos da la posibilidad de compartir el movimiento
del universo, nos une a la tierra, a la vida de todas cada una de las especies,
al romper con ese antropocentrismo ramplón nos lleva a la plenitud de sentirnos
parte del todo desde aquel estallido que llaman el Big-Bang.
(Juan Pablo de Ávila, Los gatos son de izquierda)
1 comentario:
Hola. Te visité en tu blog y me encontré esta magnifica entrada. Me parece una estupenda proclama.
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