19.4.07

Caza de letras

Generalmente me hago muchas preguntas. Es fácil, es divertido. Pero tratar de contestarlas es para mí un verdadero tormento.
¿Qué me están preguntando? ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Qué monstruo se esconde detrás de la interrogación? ¿Por qué esta luz blanca sobre mi cara?
¿Trabajo? ¿A qué se refieren con "trabajo"?
¿En qué creo de qué?
¿Estamos imaginando lo mismo cuando me piden que imagine?
¿Si piden que describa sólo debo describir o también enumerar? ¿o no?
¿Son sinónimos profesión, empleo, trabajo, oficio y ocupación? ¿Quién tiene como profesión la de "creador literario"?
Sí, sí voy a contestar, pero no sé si lo que conteste sea cierto.
¿Hay que contestar siempre con la verdad? ¿Qué es la verdad? ¿Cómo la reconozco, cómo llego a ella? ¿Importa? ¿Por qué, cómo, cuándo, dónde? ¿Quién?

7 comentarios:

YO NEURAS dijo...

Falta una pregunta milenaria: ¿una o dos de azúcar?

Oscar Huerta dijo...

Cada pregunta es una trampa... seguramente hay que contestar igual.

Mucha suerte en la Caza de letras!!!

ó

tazy dijo...

yo de la primera ronda no paso pero ta chido ser de las 386, no??

LUDA dijo...

¿azúcar? ¿para el café o para el té? ¿o para un pastelito? ¿o para el cereal?... me complican mucho...

sí, suerte es lo que necesito, gracias...

no, lo chido sería que hubiéramos quedado 300... para pasar a la historia ¿no?

Axel Capanegra dijo...

Sin embargo, esas preguntas que haces son justamente aquellas de las cuales se olvidan nuestras ya tan aburridas presentaciones de libros.
Son, precisamente, las preguntas más interesantes que se le pueden plantear a un escritor, o quien intenete serlo, las preguntas eternas, las que no admiten escabullir el bulto o enarbolar las prebendas. La mayoría de los escritores evita siquiera mencionarlas - pues las considera como de respuesta obvia, aunque no lo sean - y hasta se pueden simplificar aún más: ¿qué es la literatura? ¿para qué escribir? ¿por qué leer? No olvidemos que los grandes escritores se preocuparon siempre en el pasado, y lo harán en el futuro, por responder - con su obra o con sus propias palabras - a estas interrogantes.
En mis tiempos, tampoco tan lejanos, morirse en un cuartucho escribiendo versos o una novela maldita, poeta inmolado por la urbe y sus depredadores, era como un ideal literario, una apoteosis desgarrada y simbólica.
Hoy el sueño es la fama casi gratuita y el rating internético. Cómo cambia todo. Antes se pretendía leer, luego reflexionar, luego escribir y hasta el último publicar. Hoy no hay tiempo para esas cosas, el éxito llama a la puerta y hay que abrirle la pantalla: lo primero es publicar, luego todo lo demás.
En fin: me alegra mucho leer tus pensamientos, en tu propia voz y con tu muy particular estilo. No lo dejes. Es un tono perfectamente intimista y nítido, melancólico y dulce, pero también, de una manera bastante sutil, que apenas se capta, con cierta temblorosa agresividad.

tazy dijo...

Simón, hubiera sido ser de las 300 jajajajajajajjajajay quién era leónidas??? jajajaja!!

Anónimo dijo...

ludádidas, je