15.2.07

Real e irreal

Soberbio señor y muchacho, a ratos te ponía en la cumbre de los cerros o te encerraba en sus raíces, para tenerte encerrado, para ponerte más lejos. Me parecía que bailábamos un tango en la vereda de mi casa, cuando no pasaba nadie. Tú, vestido de príncipe, y yo desnuda.
Todo era real e irreal como es siempre en la vida.
Volaron los años y en la noche oscura, allá en lo alto, muy alto, aún hay una estrella azul que nos mira y mira.

(Marosa di Giorgio, La flor de lis)

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