8.1.07

LA CIENCIA DE LAS PRIVACIONES

Habiéndome comido ya
Mi propia carne
¿No ha de dolerme este cigarro
Esta hebilla oxidada
Que cierra mis brazos
Tras el rascacielos ambulante?

En verdad no sé
Por qué me duelo tanto
Bajo la gárgola que
Gotea su dentadura
Pudrición perpetua
Óseo granizo
Consagración del nudo
Que ata a la garganta.

Ya no sé crecer
A orillas de la trinitaria
Semillas especiales
Horadan mi saco
De concha de armadilo
Enemigos especiales
Me dan de lleno
En los testículos.

Pulso normal
Respiración difícil
Oxígeno negro
Para la salamandra
Que tamborilea
En una caja
Sin respiraderos.

Desde el espacio cernido
Cae un pájaro
En la luz dorada
Más fría
Cuanto más cercana.

Es hora de recordar detalles:
La nieve suave
Como colinas de mujer
La fila india de bisontes
La oreja definitivamente
Pegada al riel.

Hay estupor
Para mil años
Y ojos dulces de la cabra
Cuando tirita el recuerdo
Y el rezo se congela.

No soy más real
Que el hueso desvestido
Ni estoy más habitado
Que los harapos erquidos
De la hoguera.

Nada tendré
Para sobrevivir
Cuando el castor crapuloso
Desenvaine al salsifí
De su funda planetaria.

Ya no hay peso ni volumen
Sólo vapor sopor
Cosa hecha
Cosecha
Después de la pedrea
Y el ruido del petrel
Sobre la hojarasca enlucerada.

Vómito mío
Celosamente guardado
Para la sala de conciertos.

Basta ya de caminar
Conmigo a cuestas
Hoy que dudo contagiosamente
Y acabo por no fundar
Una calle perpetua
En la selva pasajera.

Pan acabado de salir
Al tránsito de ser
Otra huraña
Segunda vocación
De piedra.

No quiero zambullirme
Ni nadar por abajo
De mis espejismos
No debo imaginar
Hasta la incandescencia
La colgante jardinería
Que nunca vence
Al párpado.

Hay que salir
-Corcho que se asfixia-
Y ser partido
Por el rayo
Poco aparatoso
De la realidad.

Oigo desfiles embozados
El siseo de la nube
Desgarrada por el pararrayos
El tic tac de la gotera
El ronquido del tragahumos
Y del tragaespadas.

La sábana es lija
En que se envuelve
A diario el preso
El presidiario
Encorsetado por el infinito.

Así pues me equivoqué
De noche
Lázaro que levanta
A la voz que lo levanta
Esfuerzo inútil
Del hurón enllamarado.

Dadme entonces
Con el látigo del cometa
Haya golpes entre nosotros
Oscureced mi negra espalda
Con una vegetación de cardenales.

El labio en flor
Sangra a flor de labio
Tiradme a la cabeza
El astro de alabastro.

Tengo piojos de cristal
En mi axilas
Dejadme estercolado
Torturado castrado
Zurcido directamente
Con agujas.

Hay que anular mi derecho
A pasar saliva
Traed comida
En el plato de mis pústulas
Es hora de comer
Mis propios coágulos.

Calad más hondo
Cavad más firme
De todos modos
Estaré
En la asunción
De la huella pisoteada.

Estaremos
Yendo y viniendo
En pausada hamaca
Yendo y viniendo
Desde el puñal
Hasta la flama

Aún yacerá mi pecho
Cuando ciegas cariátides
Se desmoronen
Contra el impasible cardillo
De los acantilados.

Así lo dice
El servicio metereológico
La navaja irreal
Que a cada instante
Le cambia cauce
A las líneas de mi mano.

(Marco Antonio Montes de Oca, La ciencia de las privaciones)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Brindo por que no tengamos que privarnos demasiado de nada...

LUDA dijo...

...especialmente del brindis...