6.12.06

Intransportables

Estaba completamente solo en la estepa, a la salida de Jenishehir, una localidad perdida, donde acababa de recoger un puñado de sueños, cinco en total, reunidos a lo largo de todo un mes, imaginaos qué lugar perdido era. Así que mis cabalos no querían andar: los fustigué a latigazos, les di en el lomo hasta hacerles sangrar, pero ni aun así se movían de donde estaban, como suelen hacer cuando se topan con un cadáver en el camino. Eché una mirada alrededor. No veía más que la estepa desierta, ni tumba ni rastro de ella por ningún lado. Mientras discurría qué hacer, pensé de pronto en los sueños que me acababan de entregar en Jenishehir. Me dije que a lo mejor eran ellos la causa de que los caballos no anduvieran. Como que el sueño y la muerte son la misma cosa... Sin pensarlo más abrí la mochila y saqué el legajo con los sueños de Jenishehir. Me apeé del carruaje, dejé los papeles en el campo a cierta distancia, volví a subir, azucé a los caballos y echaron a andar como si tal cosa. Diablo de asunto, me dije: pues ésa es la causa. Volví a parar, regresé al lugar donde había dejado el legajo, pero en cuanto lo metí en la carroza los caballos volvieron a negarse a dar un paso, echando espumarajos y relinchando lo mismo que antes. ¿Qué podía hacer? He transportado miles de sueños, pero jamás me había sucedido una cosa igual. Decidí regresar a Jeneshehir, sin los sueños, claro. Los dejé en mitad de la estepa y me fui.
(Ismaíl Kadaré, El Palacio de los sueños)

2 comentarios:

Don testosterón dijo...

Abrazos calurosos

Mario Pozos

Carlos V Sánchez dijo...

Será que el sueño y la muerte son la misma cosa? Si es así, tendremos que despertar de la muerte algun día.