10.
Anochece, pues.
Se cobijan, se abrazan,
cuentan sus minucias, se resignan.
Otros duermen.
Y a veces, el calor del cuerpo amado
resulta sofocante.
La espalda dolida, la ansiedad y la infección
buscan su lugar, se acometen y silban.
Alguien puede perderse así, muy fácilmente.
Entonces, ¿miedo a qué?
(Jaime Augusto Shelley, Ávidos rebaños)
1 comentario:
abrir los ojos para soñar que es posible es una forma de tomar turno en la fila donde se reparten las imàgenes del futuro
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